Sextante 12 | Abril 2021

Termina el primer tercio del año y seguimos aún en el medio de este túnel, a veces oscuro y a veces en penumbra, en el que nos sumió la pandemia provocada por el coronavirus. La luz al final del túnel asoma brillante pero muy tímidamente todavía. Todo indica, como está sucediendo en algunos países del mundo, que la vuelta a la normalidad, llámese nueva o vieja, vendrá de la mano de la vacunación de gran parte de la población, hecho que derivaría en un descenso en la tasa de contagios, de internados graves, de fallecidos y de restricciones a la movilidad.

Sin dudas que ese es el escenario deseable y ojalá que ocurra lo más pronto posible. Luego de más de 14 meses viviendo en pandemia, el nivel de desgaste es considerable, ya sea por la afectación en la salud, en la economía y/o en ambas cosas. Los números son elocuentes: en 2020 el PBI cayó 5,9%, cortando un crecimiento ininterrumpido desde 2003, luego de la caída de 7,7% en el 2002, año de la crisis. En sintonía con esto tenemos el nivel de afectación del mercado laboral, que aún no logra consolidar una reactivación que mitigue los niveles de desempleo y en consecuencia la angustia, ansiedad y desazón de una enorme cantidad de personas y familias.

Si la pandemia nos puso definitivamente en el Siglo XXI, pocas dudas caben que este está definido, entre otros, por los siguientes conceptos: incertidumbre, vulnerabilidad, flexibilidad y tecnología. A nivel organizacional, tanto como a nivel personal, es posible que el futuro asome, como no ocurría desde hacía varios siglos, como un espacio para crear e innovar, así como para dejar atrás tanto las recetas como el pensamiento mágico.

Deja un comentario