Durante el siglo XI Inglaterra tuvo como rey a Canuto II, el primer monarca danés en gobernar la isla. Cuenta la historia que el soberano era bastante hábil para manejar su vanidad, a pesar de los innumerables aduladores que había en la Corte. En una oportunidad, con el objetivo de ver hasta dónde llegaban las alabanzas y adulaciones de funcionarios y cortesanos, Canuto se hizo llevar hasta la costa y allí se paro en la arena de frente al mar. Preguntó a los presentes si él, al que consideraban el más grande del mundo, podría con una orden detener el avance del oleaje. Los presentes dudaron hasta que al final afirmaron que sí, efectivamente él podía ponerle freno a la marea.

La lección de Canuto II a sus cortesanos, funcionarios y aduladores es obvia: el océano no se detendría por más orden que él le diera. Hay realidades que se imponen y constituye una estupidez mayúscula, además de una gran irresponsabilidad y egoísmo, por parte de los adultos que lideran/lideramos organizaciones (familia/empresa/comunidad/país), pretender forzar la realidad para que se ajuste a nuestras expectativas, deseos y creencias.
Si hay un asunto que podría resumir o sintetizar a todo lo que me dedico es el relativo al cambio, a las transformaciones. Vivimos en un tiempo de inquietud e incertidumbres y todas las organizaciones, en este cambio de época en que nos encontramos, enfrentan o deberán enfrentar, tarde o temprano, la necesidad de gestionar y transitar por cambios profundos, esenciales y estructurales.
En singular o plural (el cambio o los cambios) incumben a todo sistema abierto, llámese este persona (sujeto), organización, comunidad o país. ¿Qué significa cambiar? ¿Por qué es importante en este momento? ¿Cómo lo llevo/llevamos a cabo? ¿Cambiar es un evento o un proceso?
El contexto actual asoma y se presenta confuso, ante lo cual muchas personas y colectivos se resguardan (nos resguardamos) en lo conocido, en lo que funcionó en tiempos pasados. Parado en arena movediza mejor dar un paso atrás y pisar suelo firme. El asunto, a mi modo de ver, es que con mapas viejos será imposible conquistar y vivir (digo vivir y no sobrevivir) en este nuevo tiempo que se está presentando. Hoy, dar un paso atrás, en procura del suelo firme que antes se pisó es casi que sinónimo de convertirse en un exiliado existencial; algo así como seguir creyendo que se va a trabajar en la misma organización durante toda una vida o que el lugar de la mujer es exclusivamente horneando pasteles y criando a los hijos.
El miedo y el temor son malos consejeros, porque nubla la capacidad para mirar y en el peor de los casos produce ceguera cognitiva, además de una incapacidad para comprender el panorama general en que nos encontramos. Hoy el desafío está en la red, en crearlas, tejerlas y a veces surcirlas. La confianza es el elemento clave para mantener unidos y fortalecidos los nodos, al tiempo que impactar socialmente y dejar un legado son los propósitos inherentes a ellas.
«Tanto nadar para morir en la orilla» reza la famosa frase que a mi juicio hoy no se ajusta al mundo en que vivimos. Me explico: creo que hoy no hay orilla sino un devenir permanente por un río a veces sereno, a veces inquieto y a veces convertido en un rápido con rocas peligrosas. No estamos cruzando el río sino navegándolo.
Por tal motivo, el asunto crucial tiene que ver con aprender a navegar, a orientarnos y sobre todo concebirnos con una percepción adaptativa de la vida. En otras palabras, aprender a hacer equilibrio en el rock & samba, el nuevo escenario, distante del mundo calesita que aún vive y lucha pero que progresivamente va agonizando.
Así como Bruce Lee pensaba en el agua, también nosotros hemos de concebir nuestras existencias, con un sentido y enfoque que contemple las preguntas acerca de nuestro lugar en el mundo, sobre quiénes somos, nuestros valores y los eventos significativos de nuestras historias, esos que han moldeado nuestro modo de posicionarnos en el mundo.
Para navegar en este mundo complejo en el que vivimos, es necesario que a nuestra visión del mundo y sistemas de creencias comencemos a sumarles un sistema de navegación para el aprendizaje permanente, así como también una actitud abierta a tejer y forjar relaciones significativas, profundas y productivas. Este enfoque de carácter holístico se complementa con una actitud ágil, entendida como el pivoteo constante entre surfeo y buceo, en aras de deconstuir y reconstruir nuestra posición y actitud como sujetos en un entorno inestable.
Canuto II eligió no creerse el cuento que le parloteaban sus zalameros de turno. Por el contrario, les hizo ver que sus mandatos y deseos no eran efectivos en determinados contextos. Actualmente, a mil años de la época en que vivió el monarca danés, el riesgo es actuar como un Canuto obtuso y narcisista: parado frente al mar dándole órdenes.