Aprender rima con reflexión y acción

Además de incierto, complejo y ambiguo, el mundo en que vivimos también se caracteriza por la continua aparición de nuevas tecnologías que tienden a incidir en nuestros modos de vivir y también trabajar, así como por la presencia de nuevos actores que, globalización mediante, tienen la capacidad de afectar las reglas de juego e incluso, muchas veces, el juego en sí mismo. En este ya entrado siglo XXI, sea cual sea la industria o negocio en el que nos encontremos, la disrupción está a la orden del día, en tanto y en cuanto estamos parados en ese gran rock & samba en que se han convertido nuestras sociedades. Puede que aún creamos que nos encontramos parados en la calesita, pero más tarde o más temprano (muy riesgoso si es por la fuerza de un gran baño de realidad) las ondulaciones y/o las olas nos alcanzarán, siendo poco probable que las turbulentas aguas del cambio retrocedan.

Parados como estamos en este bosú que no cesa de moverse, la pregunta que se impone es cómo podemos asegurarnos o trabajar en favor de un futuro sostenible para nuestras comunidades, organizaciones y nosotros mismos. Una respuesta posible asoma cuando comenzamos a pensar en dos conceptos: el de liderazgo y el de aprendizaje.

Estar a cargo de algo no es lo mismo hoy que hace 30 años, sobre todo por el cúmulo de datos e información presentes en el entorno, que dificultan y complejizan el impacto, alcance y efectos de las decisiones que se toman. Si un jefe-líder-referente tiene demasiada confianza en su capacidad para comprender de manera inmediata y precisa el espacio de decisión, él o ella puede tomar medidas sin analizar completamente todos los matices de una decisión compleja. Dicho de otro modo: el exceso de confianza puede llevar a malas decisiones. Asimismo, quienes comprenden rápidamente aquello sobre lo que hay que decidir también pueden tener dificultades en las relaciones con compañeros, jefes y/o actores externos a la organización que no son pensadores rápidos y no pueden apreciar las conexiones e implicaciones de la manera más rápida y completa posible.

En resumen, un mejor decisor es aquel que puede equilibrar efectivamente el aprendizaje rápido con el pensamiento disciplinado, para crear así modelos mentales que facilitan una toma de decisiones sólida en situaciones complejas, ambiguas y volátiles.

Con el ritmo creciente de cambios sociales, tecnológicos, económicos, políticos, ambientales y demográficos, es importante que las organizaciones e individuos puedan vivir en modo beta – modo aprendizaje, para mantenerse actualizados. En las últimas décadas la relevancia de las competencias para el mundo laboral se han modificado y todo indica que así continuará sucediendo en el futuro. En función de esto, la agenda de aprendizaje de una organización ha de estar enfocada tanto sobre qué enseñar como sobre el impacto que ese aprendizaje genera. El resultado deseado del aprendizaje es favorecer la generación de ideas, descubrir enfoques innovadores, atender las oportunidades emergentes y provocar los cambios cuando sea beneficioso y/o necesario.

Cualquier programa o instancia de aprendizaje ha de interrogarse sobre el por qué, el qué y el cómo del mismo. Vale decir, por qué invertir en aprendizaje, qué estrategias utilizar para que éste se produzca, así cómo hacer para que el mismo sea más efectivo. El valor de cualquier instancia de aprendizaje está en sintonía o es el resultado de: 

  • Comprender el contexto donde se desarrolla el aprendizaje, es decir las tendencias sociales, técnicas, económicas, políticas, ambientales y demográficas que dan forma a los negocios.
  • Valorar cómo el aprendizaje es fuente de riqueza organizacional; dicho de otra forma: adaptar las experiencias de aprendizaje para entregar el valor deseado a cada parte interesada.
  • Encontrar dónde se produce el aprendizaje, que en general es a través de la experiencia en el trabajo (asignación de responsabilidades-proyectos, capacitación, tutoría) así como en experiencias fuera del mismo.
  • Decidir quién enseña y quién participa en las instancias de aprendizaje. No es lo mismo que el destinatario del aprendizaje sea una persona, un equipo o un cliente, ni tampoco será igual que quien enseñe sea una experto, un colaborador o un actor externo (cliente o inversor).
  • Definir donde enfocar los resultados del aprendizaje, si en las personas o en las capacidades organizacionales (cultura, sistemas, procedimientos). Los estudios revelan que mezclar ambos enfoques genera el mayor impacto.
  • Evaluar cómo se produce hoy el aprendizaje. A diferencia de otras épocas actualmente el foco está menos puesto en lo que sabe quien enseña y más en lo que el destinatario del aprendizaje necesita saber para mejorar.
  • Decidir cómo se produce la transferencia del aprendizaje al trabajo. Transferir ideas desde un salón de clases al lugar de trabajo siempre es exigente, por lo cual la creación de un aprendizaje sostenible ha de centrarse en la transferencia de conocimientos y habilidades de un entorno a otro, lo cual se puede llevar a cabo enfocando desafíos empresariales reales, anticipando obstáculos para la implementación de ideas o dándole seguimiento a proyectos de transformación.
  • Evaluar cómo puede ser más efectivo el aprendizaje. En el mundo de hoy, la tecnología permite el aprendizaje y su buen uso va de la mano de la creación de comunidades de aprendizaje donde los alumnos comparten ideas y experiencias.
  • Crear las condiciones para que el aprendizaje ocurra, lo cual se relaciona con alentar la autonomía, el protagonismo y la responsabilidad de aquellos sobre los que recae el aprendizaje.
  • Medir el impacto del aprendizaje, que en los tiempos que estamos viviendo cada vez tiene menos que ver con quiénes o cuántos asistieron a una clase y más con el impacto que los aprendizajes tienen sobre el negocio.

Nuestro tiempo, acelerado como pocos en la historia, registra cambios cada vez con mayor frecuencia, incluso aquellos de tipo disruptivo. El aprendizaje, producto del bucle incesante de la reflexión y la acción, genera valor pues ayuda a las personas y organizaciones a anticiparse, responder y en el mejor de los casos provocar los cambios, a crear el futuro. Respondiendo por qué, qué y cómo aprender, cualquier organización está cimentando su presente y sobre todo proyectando su futuro.

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