Lo que no se conversa, se repite

En muchas organizaciones los problemas parecen volver una y otra vez con distintas formas y protagonistas. Cambian las personas, los proyectos o los contextos, pero la sensación es la misma: estar atrapados en un ciclo de dificultades que nunca termina de resolverse. La raíz de este fenómeno, en gran parte de los casos, está en las conversaciones que no se tienen. Lo que se evita decir, lo que se calla para no incomodar, lo que se posterga por miedo a las consecuencias. Ese silencio no elimina el problema: lo esconde. Y lo que se esconde, más temprano que tarde, reaparece.

EL COSTO DEL SILENCIO ORGANIZACIONAL

El silencio en los equipos no es neutral. Tiene un precio alto que se paga en confianza, motivación y resultados. Cuando las personas sienten que no pueden expresar dudas, errores o preocupaciones, la organización se vuelve más frágil:

  • Se repiten los mismos errores porque no se aprende de la experiencia.
  • Se acumula frustración que termina estallando en conflictos más grandes.
  • Se pierde energía creativa que podría haberse usado para innovar.

El resultado es un círculo vicioso: cuanto más se evita la conversación, más grande se hace el problema.

HABLAR DE LO INCÓMODO COMO ACTO DE LIDERAZGO

El primer paso para romper ese círculo es reconocer que el aprendizaje de un equipo no surge solo de los aciertos, sino también de la capacidad de conversar sobre lo difícil. Un líder que abre espacio para estas conversaciones no está generando debilidad, sino todo lo contrario: está construyendo resiliencia. Hablar lo incómodo no significa confrontar de manera agresiva, sino generar un marco de seguridad psicológica donde cada voz pueda expresarse con respeto. Se trata de transformar lo que podría ser un obstáculo en una oportunidad de crecimiento colectivo.

CONVERSACIONES QUE TRANSFORMAN

Cuando los equipos logran poner en palabras lo que antes se callaba, algo cambia en la dinámica:

  • El conflicto se vuelve aprendizaje. Lo que antes dividía se convierte en un punto de reflexión compartida.
  • El error se vuelve mejora. Lo que antes generaba culpa se transforma en motor de innovación.
  • La vulnerabilidad se vuelve fortaleza. Lo que antes se vivía como riesgo pasa a ser fuente de confianza mutua.

De esta manera, el equipo deja de estar atrapado en repeticiones y empieza a construir un camino nuevo.

UNA CULTURA QUE APRENDE

En Compass lo vemos una y otra vez: los equipos que aprenden son los que se animan a conversar lo que otros evitan. Allí donde se abre espacio a la palabra, se abre también espacio al cambio. Porque al final, lo que no se conversa, se repite. Y lo que se conversa con sentido, se transforma.


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